lunes, 27 de junio de 2011

José María Arguedas y la cultura del Perú andino como pilar primordial para el exito de sus cuentos y obras

Si bien el escritor es considerado, principalmente, como autor de novelas y poemas, un artista de la palabra, y los críticos y académicos lo han encasillado en la corriente del indigenismo o indianismo, hay otras dimensiones del conocimiento social en el que ha hecho importantísimos aportes, con los que cada vez entendemos mejor nuestra compleja cultura.

La antropología peruana, por ejemplo, le debe mucho a José María Arguedas por los trabajos etnológicos y etnográficos que hizo sobre mitología prehispánica, música popular, folklore, el idioma quechua, la educación popular, historia y costumbres de pueblos andinos, hasta entonces ignorados por la visión “costeña” o centralista del que el Perú aún no puede despercudirse. Resultado de esas investigaciones están la revaloración de expresiones artísticas y rituales como “la danza de las tijeras” o la fiesta patronal en honor a la Virgen de la Candelaria, de Puno.

Al mismo tiempo, el país le debe a Arguedas, una de las miradas, enfoques, puntos de vista más interesantes y sinceras que se tiene de la realidad peruana, no solamente de la etapa que a él le tocó vivir, sino de toda la historia de un país que ha crecido desgarrado por miradas y percepciones divergentes, por la permanente y violenta pugna de culturas y por un proceso de mestizaje muy complejo y de sincretismo cultural único (entendiendo sincretismo cultural como reinterpretación). Pero, tal vez, sea la emotiva manera de retratar el Perú, desde la artística contemplación literaria hasta la estricta percepción científica social, que defendió hasta el último instante de su vida, el mayor aporte que este sencillo hombre provinciano hizo a un país tan entreverado y heterogéneo, tan desangrado y humillado, tan rico y opulento, tan diverso y hermoso, tan sufrido, tan amado.

Sin embargo, así como fue querido y respetado, Arguedas sufrió el artero ataque de quienes no comprendieron, o no quisieron hacerlo, el fondo de su obra literaria y propuesta cultural, lo que terminó sumiéndolo en la depresión, la que ya era parte de su vida íntima desde que, de niño, tuvo que huir de la casa para refugiarse en una alejada hacienda andina para recibir amor. Su vida personal, esa historia interna que lo atormentaba, que fue inseparable de su expresión artística y científica, también tuvo que salir a flote durante su matrimonio, su desempeño como funcionario público, como docente escolar y universitario, como escritor y como amigo, para terminar de carcomer su espíritu que, como él mismo dijo, sobrevivía solo por amor al Perú.

Pero tal parece que hemos ido leyendo la obra de Arguedas y comprendiendo, de alguna manera, la forma cómo él vio el Perú, y no hemos hecho lo que nos ha ido proponiendo en cada una de sus páginas, ver el Perú. Seguimos estudiando, y por supuesto disfrutando la obra de Arguedas, pero no hemos hecho la tarea de percibir al país desde aquellos lados oscuros con los que se manifiesta, sus canciones, danzas, costumbres, ritos y formas de convivencia que son, finalmente, los aspectos en los que se reconoce el espíritu de un país, una nación.

Al decir “lados oscuros” me refiero a que, a pesar de que conocemos y hemos visto muchas manifestaciones culturales, tanto de las grandes ciudades o de las pequeñas comunidades, aún no las hemos hecho nuestras, siguen siendo vistas como “alejadas” o del “interior”, o de las “provincias”, como si se trataran de sucesos de un espacio, un mundo, una cultura ajena a la nuestra. No hay un interés subliminal o subjetivo de presentar los otros rostros del Perú, como dicen los modernos detractores de Arguedas, sino de recordar que el encargo intelectual del autor de “Todas las sangres” fue hacer que aquellos pueblos olvidados y marginados, con todo y su cultura, su pobreza y su historia, puedan sobreponerse a su estado de degradados y continuar su vida al compás de un progreso que no se traduce en riqueza monetaria, sino en calidad de vida.

Difícil de comprender para algunos intelectuales, que no han ido más allá de las páginas de “Los ríos profundos” o “Agua” para encontrarse con un Perú más rico aún, más allá de las montañas y entre los cálidos valles andinos, donde habitan, cantan y bailan y siembran la tierra y saludan a sus dioses y se adornan los sombreros con flores y que esperan tener su oportunidad para ser, también peruanos. Errónea la forma de pensar aquella que dice que ver el Perú desde adentro es no avanzar. “Avanzar” ¿cómo? ¿Hacia dónde? errónea la forma aquella de decir, como muchos “costeños” o “urbanos” impostados que escuchar huayñitos es atraer la pobreza.

La obra de José María Arguedas es un moderno y emotivo fresco de la realidad peruana del siglo veinte, desde donde se puede ver el pasado y proponer el futuro, como lo han hecho los antiguos peruanos en su visión circular del mundo.


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